jueves, mayo 10, 2012
jueves, mayo 03, 2012
Sueño de una noche de otoño
Y yo estaba ahí. En esa gran sala de
cine. Se proyectaba una película de animé. La sala era amplia, pero no tenía
butacas sino una especie de gradas de piedra. Eran mas o menos diez filas en
total. Lo extraño de esta sala era que tenía una ventana vidriada y pegado a
ella en el exterior estaba separada por un alambrado de púa. De ese lado había
un campito con una casa de techo a dos aguas rojo. El cine estaba animoso y la
gente muy entusiasmada ya que la película era de alguna forma excitante. Muchos
colores y figuras se desprendían de la pantalla. Gritos y más gritos venían de
la sala, Estaban dando animé porno. En eso sale de la casa que está del otro
lado un hombre de unos cincuenta años, muy peludo y barbudo en cueros a los
gritos y con un revolver plateado en su mano derecha. El hombre sólo viste un
pañal.
-
¡Hijos
de remil puta! ¡Dejen de hacer kilombo malparidos
del orto!
Tras lo cual pega un tiro al aire
mientras se acerca a la ventana que da a la sala. Todos los espectadores en
masa huyen de ahí a los gritos. Mis amigos y yo salimos como podemos.
Agitados y después
de tranquilizarnos un poco nos vamos hasta la feria que queda a unos cien
metros. En uno de los puestos de la feria podía encontrarse todo tipo de
tabaco, de todos los colores y sabores; vainilla por ejemplo. En la pared del
puesto están colocados un estante arriba del otro, forrados con un papel de color
verde. La muchachada se dispone a probar las distintas clases de tabaco. El
favorito obviamente es el cubano, aunque los argentinos y brasileños no se
quedan atrás, según pude observar.
De repente aparece
un mono vestido con un overol anaranjado. Nos hace señas para que lo acompañemos,
lo que no nos parece mal teniendo en cuenta que no tenemos nada que hacer. Entonces
ahí vamos.
El mono nos guía
hasta un pasadizo estrecho y una vez ahí bajamos por una escalera. Mientras
bajamos, un tipo de unos 45 años nos llama la atención de un chiflido y nos
tira una malla blanca a cuadros celestes y azules. Mi amigo, que va adelante mío
se apura a agarrar la prenda pero yo lo sigo muy de cerca y cuando va a agarrar
la malla lo empujo y la agarro yo. Es mía, aunque no veo ninguna pileta. La
tiro.
Siguiendo al mono nos
encontramos con un edificio bastante descascarado donde hay un grupo de
personas que están en una clase, aparentemente de geografía. Había un mapamundi
colgado en el pizarrón así que sí. Nosotros nos sentamos en unos bancos a
observarlos. En eso el mono desaparece y vuelve con unas bolsitas raras del
mercado. Ahí nomás, a las escondidas, armamos algo para fumar. Estamos
contentos ¡Al fin! pero los alumnos de geografía se acercan a curiosear y nos
abortan el plan.
Salimos del
edificio. Llueve. Nos encontramos con Cristian Aldana que viene en una
furgoneta blanca. Me dice:
-
¡Eh, Julián!
¡Venite que ya nos vamos para Buenos Aires!
-
¿Como?
¿No estamos en Buenos Aires?
-
¡No! ¡Estamos
en Rosario y tenemos cuatro horas hasta Buenos Aires!
Entonces me acerco y
veo que sobre la furgoneta está recostado un amigo suyo. Es Fabián Casas, con
barba y vestido con una campera oscura y una gorra. Llevaba un libro bajo el
brazo. Me dice: “¡Uh! ¡No sabes cómo te estábamos esperando! ¡Subite!”
Yo me siento contento
con verlo. Y me doy cuenta que si llegamos en cuatro horas a Buenos Aires llego
justo para poner el agua de los fideos. Hoy mi hermano y mis sobrinos van a
comer a casa.
Juan Fontana
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