sábado, mayo 28, 2005

La colonia

Ricki tenía un pingüino, Coco, en su ciudad natal, Comodoro Rivadavia. Todos los días le daba de comer una ración mínima, pero el pingüino con eso se conformaba. Se sentía a gusto.
Cierto día, Coco entró en desesperación. Sus amigotes de la colonia se estaban yendo, de a poco. Que hacía demasiado calor, que faltaban pingüinas. Buscaban otros horizontes. Y el pobre Coco se deprimía. Hasta que un día se quedó solo en la colonia. Ricki, para consolarlo, compró un muñeca pingüina inflable. Claro que no era lo mismo, pero Coco se adaptó, hasta el día en que la muñeca pingüina se pinchó. Inmediatamente, Ricki se puso un jaquet y una remera blanca. Abrazó a Coco y aquella noche durmieron juntos en la playa. Fueron felices para siempre.

lunes, mayo 23, 2005

ARO's (Artículos Obsesivos).

Música obsesiva para acompañar este artículo obsesivo:
B-sides del Dirty Hits de Primal Scream y Tokio bossa nova lounge (que lo bajé de casualidad, buscando algo que no tenía nada que ver, por supuesto)

Hoy: Servilleta Vs. Rollo de cocina

Qué dilema, amigos, no? Fíjense en esta situación: un tipo está solo, y debe llevar varias cosas (platos, vaso, al menos) desde su cocina hasta la mesa, en un horario inconveniente. Digamos, a la madrugada. El hombre, que cree en la inutilidad de las bandejas. Y los diversos viajes que debe hacer. Hay comidas que no ofrecen la más minima confusión, por ejemplo, un sandwiche. La persona hará un solo viaje en este caso, dado que apoyará su servilleta (o trozo de rollo de cocina), sobre el sandwiche, para no provocar un irritante segundo viaje. Pues bien, si la comida en cuestión es una tarta de zapallitos de oficinista recalentada, al microondas, con la masa blanda como una goma, también es posible evitar el segundo viaje. Pero qué pasa si el hombre además del, supongamos, lomo a la pimienta, el vaso de vino Concha y Toro (estos chilenos entraron a copar el mercado argentino de vinos solo con un nombre, aunque hay que admitir que son de excelente relación calidad-precio, al menos los que yo he probado de esa bodega), a eso le suman un mantel a cuadritos rojo/blanco (de todos los días, bah, pero limpito), un servilletero, un salero, y un pimentero no, porque lógicamente esta especie ya viene incluida. Si además el hombre es partidario del no a las bandejas, solo resta decir que va a preferir, a la vez que arranca cargando toda esa gran cantidad de cosas (de las cuales le dará uso sólo al 50%) a la mesa con la mano derecha, VA A PREFERIR, decía, A PREFERIR, NO NOS CONFUNDAMOS POR FAVOR, una o dos servilletitas, tomadas a las apuradas del envase plástico.

Conclusión: Las servilletas son para los complicados y colgados. Los rollos de cocina son para los prácticos y desestructurados.

Inquietud Nº 1: Por qué algunos rollos de cocina traen recetas estampadas y las servilletas no?
Inquietud Nº 2: Hoy compré ambos, rollo y servilletas. Dentro de qué clasificación entraré, entonces…?

El Francotirador dice: Los chabones que les caben las servilletas, son unos caretas, loco!!!, Aguante el rollo, y si viene con recetas de escabio, mejor!!!

sábado, mayo 21, 2005

El Jugador

Lo primero que hizo Claudia al mudarse a la casa de su madre en el campo, fue colgar un poster de Kenny Rogers de 2 x 1,50 m., en blanco y negro. Antes de salir para su nueva escuela todas las mañanas, Claudia le daba un beso en la mejilla a Kenny. Luego se calzaba los walkman con el casette de "The Gambler", de 1978, y partía raudamente. Pero una noche despertó sobresaltada. Soñó que un intruso le arrancaba el poster de Kenny Rogers y, en su lugar, colgaba uno de Gene Simmons. Encendió el velador y allí estaba el mismísimo Gene clavándole la mirada, mientras sacaba su larga lengua rojo sangre. Desesperada, Claudia tomó un cuter y le cortó la lengua en mil pedazos. Genne cayó por la ventana y se lo comieron unos pollitos que, al son del “pío, pío” transitaban por el lugar.