viernes, febrero 03, 2006

Nada que ver

Sale del tren, camina entre la gente y escucha las risas que los chicos ofrecen. No lo medita; sólo escucha y retribuye hasta que alguien lo toma del brazo. Él no se incomoda. Por el contrario, se deja llevar. Es que así se siente acompañado y un poco más seguro. Mientras, disfruta del aire fresco que roza su piel. Lo agradece.
- Está en verde.
- Sí, gracias…
Él imagina una ciudad limpia, resplandeciente, alegre y pujante al tiempo que un nene lo observa desde su refugio en la estación Constitución y pisa un sorete.