lunes, agosto 28, 2006

Conociéndose x msn

Charly dice:
hola rita todo bien?
Rita dice:
hola como va?
Charly dice:
todo bien… lastima q no dio para hablar mas el sabado
Rita dice:
y si, mucho kilombo en ese lugar… bueno contame vos que haces?
Charly dice:
tengo una banda
Rita dice:
y cómo se llama la banda?
Charly dice:
20 segundos
Rita dice:
por que?
Charly dice:
pq es el tiempo en q explota un huevo duro si lo pones en el microondas
Rita dice:
les gusta romper los huevos…
Charly dice:
jaja no
Rita dice:
entonces?
Charly dice:
pasa q nos explotan…. yo trabajo 12 horas en un locutorio de internet por 2 mangos
Rita dice:
y cuanto sale la hora de internet ahí?
Charly dice:
2 pe
Rita dice:

lo mismo que te pagan a vos!
Charly dice:
jajaja

Charly dice:
y… si

viernes, agosto 18, 2006

Pica, pica

Volví del lavadero, acomodé la ropa sobre el sofá y enchufé la plancha a la máxima potencia, o al menos creo que era la máxima potencia, como para planchar lino, aunque como yo nunca tuve una prenda de lino, jamás la había usado a esa temperatura.
Tenía todo el jardín de mi casa hecho un desastre, los yuyos habían ganado lugar y ya no se veía el brillante verde, como solía verlo en otras épocas donde, claro está, estaba más dedicado a los quehaceres hogareños. Finalmente tomé coraje y también la plancha y la pasé por toda la extensión del jardín. Fui haciéndolo progresivamente; repasando con mucho cuidado en primer lugar los bordes para llegar hasta el mismísimo centro del jardín. Allí, junto al nogal, fue donde terminé mi obra maestra. Todo se veía liso ya, como yo quería verlo. El verde parecía estallar de brillo. Hubiese querido retratarme en ese hermoso momento tomando una foto junto a ese verdor, pero de pronto sentí una picadura en mis zapatos. Y otra. Y otra más. Las hormigas se subieron a mi humanidad y me envolvieron las piernas. No sabía muy bien qué hacer. Si salir corriendo o qué. Tal vez lo mejor sería meterme en la bañadera, pensé, y ahogarlos, ¡sí, claro que sí!. ¡Mis ronchas no serían en vano! ¡Mi sufrimiento sería vengado! Pero no hice eso, sino que opté por quitármelas con unos bruscos manotazos. Pero fue peor. Se me subieron por los brazos, y algunas de ellas ya estaban dentro de mi boca. Mis ojos… ¡mis ojos! Sí, también fueron alcanzados por las hormigas. Ya no veía nada y las hormigas me envolvían por completo. Estaba envuelto en una especie de funda hormiguera. Y en ese momento pensé que iba a morir asesinado por unas hormigas, lo pensé seriamente, pero también al poco rato volví a pensar que sí, que Dios, o alguien superior existe. En ese preciso momento fue cuando una fuerte lluvia se largó de pronto, e hizo que mi cuerpo se limpiara por completo de bichos. Ahí respiré. Luego tomé la plancha nuevamente y la dejé caer sobre el hormiguero (o lo que quedaba de él). Mas tarde entré a la casa y encontré toda mi ropa ahí, arrugada sobre el sofá.

viernes, agosto 04, 2006

Ida y vuelta

Noche. En la intersección de la avenida San Lorenzo y la calle Hipólito Yrigoyen las familias concordienses se reúnen. Algunos reciben. Otros, menos, despiden. Es una especie de ritual que tiene lugar cada viernes, pero siempre se repite con nuevas emociones. José fue a buscar a la terminal de ómnibus a su amigo Javier, que venía de Buenos Aires donde cursaba estudios de abogacía. En la espera, enciende un cigarrillo mientras observa el panorama.
A escasos metros, un Che Guevara criollo (portando reloj de última generación), se va acercando a cada colectivo, ofreciendo sus servicios de maletero. También está el puesto de panchos ambulante, que ofrece por un peso un poco de engaño para el estómago. El panchero, de camisa a rayas celestes, sube cada vez más el volumen del radigrabador que satura con un repertorio compuesto básicamente por cumbia: la banda de sonido de la ciudad.
Frente a la terminal, un comedor con mesas en la vereda ya cerraba sus puertas. El comercio en cuestión presentaba la singularidad de poseer dos nombres: por un lado “Sandwichería el gran sabor”, por el otro “Restaurant-bar cau-cau”.A todo esto, José veía pasar un colectivo tras otro. Así se sucedieron micros de los potentados Flechabus y San José; y después de los más humildes de la familia: Singer y Caraza. Pero ni noticias de su amigo Javier. “Adiós amigos, adiós”, pensó José por un momento, y apagó el cigarrillo con la suela de la zapatilla.

martes, agosto 01, 2006

Combinado

Domingo soleado. Mucha gente caminando por Avenida Santa Fe. Ocurrió en el paseo de compras Alto Palermo. Los empleados de uno de los locales de Musimundo, de pie en sus puestos, y acostumbrados a ver los partidos del mundial de reojo en los televisores de plasma y LCD que brillaban en las vidrieras. En el ambiente se escuchan viejos, aunque vigentes éxitos que podrían sonar todo el día en una radio de música ochentosa.
Aquella tarde Graciela, de 44 años, salió de compras con dos de sus revoltosos niños, aprovechando el descuento de 15 % que le ofrecía su tarjeta de débito. La primera escala fue en una casa de ropa para niños donde Gra, como le decían sus amigas del barrio, eligió unos conjuntos para cada uno de sus chicos, aunque a Gonzalito, el menor, no le gustó ninguna de las prendas que con tanto cariño había elegido su madre para él. Por el contrario, Florencia, su hermana, estaba encantada con la ropa del local, al punto que le rogó a su madre que le compre además un buzo rojo con una “F” grande, en motivos escoceses.
Luego fue el turno de la cadena hamburguesera Mc Donald’s. El lugar estaba repleto de padres con sus hijos, y de parejas adolescentes en plan austero y con un paladar no muy exigente, claro está. Allí, Gonzalito, sentado cómodo y feliz junto a su cajita ídem, estaba a punto de probar su hamburguesa. En eso, se acercó el payaso hamburguesero más conocido como Ronald Mc Donald, ofreciéndole un globo a cada niño. Gonzalito lo miró con desdén, y le dijo, casi a los gritos:
- ¡Eh, Ronald! ¡No tenés mujer y siempre andas con los chicos! ¡Sos igual que Michael Jackson!
A todo esto el payaso sólo mostró una risa nerviosa, y acarició la cabecita del niño, para luego retirarse a otra mesa, y sin dejar globos.
Graciela frunció el ceño y reprendió a Gonzalito, exigiéndole que se disculpe, y prometiéndole un cono combinado de postre, como el que ya tenía su hermana. La madre lo llamó a Ronald por su nombre para que se acerque, y le dijo que Gonzalito tenía algo que decirle.
Al acercarse, el niño lo miró y luego le arrebató el Mc Cono combinado de vainilla y dulce de leche a su hermana para arrojarlo sobre el pálido semblante de Ronald.
A todo esto, el payaso no tuvo reacción. Muy sorprendido, sólo atinó a deslizar un "Eso no se hace...", para luego correr al baño a higienizarse.
La hermana de Gonzalito, reclamaba por su cono combinado, en tanto que Graciela lo tomaba bruscamente de la oreja para llevárselo del lugar.Por la noche, en la soledad de su monoambiente de Once, Marcelo, ya sin su disfraz de trabajo, dejó rodar unas lágrimas.