Tarde lluviosa. Nada que hacer. En la tele, canal 7, dan una película en blanco y negro de los años ‘30: “Drácula”, con Bela Lugosi. Suena el teléfono. Dorotea, de 71 años, atiende, desganada. Del otro lado del auricular, la interrogan, "Buenas tardes, conoce Ud. el servicio de Emergencias Médicas?". Dorotea sólo atina a contestar con un "no". "Bueno, le cuento entonces...", fue la respuesta desde el otro lado. Y así pasaron unos cinco minutos donde se describía cómo uno llamaba por teléfono a un número determinado, la operadora recepcionaba el pedido anotando la dirección, e inmediatamente se enviaba una ambulancia que llegaba en minutos a una casa; todo esto en forma algo extensa, claro. En eso llegó el momento en que el atento vendedor preguntó: "Quiere suscribirse a nuestro servicio?". Pero ya era tarde, ya que a Dorotea le había dado un paro cardíaco. Desde la pantalla de canal 7, Drácula mordía otro cuello y los de Emergencias Médicas se quedaban con un cliente menos.
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