viernes, agosto 18, 2006

Pica, pica

Volví del lavadero, acomodé la ropa sobre el sofá y enchufé la plancha a la máxima potencia, o al menos creo que era la máxima potencia, como para planchar lino, aunque como yo nunca tuve una prenda de lino, jamás la había usado a esa temperatura.
Tenía todo el jardín de mi casa hecho un desastre, los yuyos habían ganado lugar y ya no se veía el brillante verde, como solía verlo en otras épocas donde, claro está, estaba más dedicado a los quehaceres hogareños. Finalmente tomé coraje y también la plancha y la pasé por toda la extensión del jardín. Fui haciéndolo progresivamente; repasando con mucho cuidado en primer lugar los bordes para llegar hasta el mismísimo centro del jardín. Allí, junto al nogal, fue donde terminé mi obra maestra. Todo se veía liso ya, como yo quería verlo. El verde parecía estallar de brillo. Hubiese querido retratarme en ese hermoso momento tomando una foto junto a ese verdor, pero de pronto sentí una picadura en mis zapatos. Y otra. Y otra más. Las hormigas se subieron a mi humanidad y me envolvieron las piernas. No sabía muy bien qué hacer. Si salir corriendo o qué. Tal vez lo mejor sería meterme en la bañadera, pensé, y ahogarlos, ¡sí, claro que sí!. ¡Mis ronchas no serían en vano! ¡Mi sufrimiento sería vengado! Pero no hice eso, sino que opté por quitármelas con unos bruscos manotazos. Pero fue peor. Se me subieron por los brazos, y algunas de ellas ya estaban dentro de mi boca. Mis ojos… ¡mis ojos! Sí, también fueron alcanzados por las hormigas. Ya no veía nada y las hormigas me envolvían por completo. Estaba envuelto en una especie de funda hormiguera. Y en ese momento pensé que iba a morir asesinado por unas hormigas, lo pensé seriamente, pero también al poco rato volví a pensar que sí, que Dios, o alguien superior existe. En ese preciso momento fue cuando una fuerte lluvia se largó de pronto, e hizo que mi cuerpo se limpiara por completo de bichos. Ahí respiré. Luego tomé la plancha nuevamente y la dejé caer sobre el hormiguero (o lo que quedaba de él). Mas tarde entré a la casa y encontré toda mi ropa ahí, arrugada sobre el sofá.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

por eso mismo es que vivimos en la ciudad...y eso que te hablo desde tu provincia(estoy en entre rios juan!!)gracias por el comment, voy a experimentar musica treintosa. besos enormes y como siempe, es un placer leerte.

Virginia Janza dijo...

muy buena idea esa de planchar el césped, y mejor aún la de planchar las hormigas. Odio a estos diminutos seres, de chiquita las tapaba con tapitas de gaseosa y disfrutaba con encontrar sus cadáveres al día siguiente. Un día un amigo hizo masacre con kerosen y ahí creo que pensé que nuestra lucha no era equitativa y decidí dejarlas en paz. Desde entonces ya no nos molestamos.

Beso, también fue un placer

JJ dijo...

en la casa de mi abuela de concordia habia un parral y estaba lleno de hormigas... una plaga!!!
tuvieron q sacar el parral y asunto solucionado.
gracias virginia. besos!