Caminaba por Lavalle una noche de calor. En Pizza Roma hice un stop. Y ahí vi tu porción. Me tentó; sólo dije “Eh, chica! Sí, tú, la de la sonrisa, no me das un trozo de tu pizza? Pero no hubo respuesta. Todo en ti fue indiferencia.
Decepcionado,
al kiosco de revistas me dirigí. La revista Hombre estaba allí. La pedí. El
kiosquero me dijo que era la última y estaba reservada. Uy! Qué cagada! Pensé
en ti.
Tenía
una sed asquerosa, me dieron ganas de tomar gaseosa. Eh! Cocacolero! Y me dejó
una coca chiquita de ocho pesos sin pajita que bebí hasta el fin. Eructé, miré
el envase vacío y pensé en ti. Sí, otra vez en ti.
Salí
a buscarte! Me recorrí todo Lavalle! Esquivé al pizzero, al cocacolero y a las
estatuas vivientes atropellé.
Llegué
al final de la peatonal, doblé esa esquina infernal y allí te encontré, pero
para qué? Estabas sola y con las manos vacías. Restos de queso colgaban de tus
encías. Pero sin tu porción, sin tu sonrisa ya no pienso más en ti. Nunca más
en ti.
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