sábado, julio 02, 2005

¡Se va el cole!

A la tardecita la ciudad de Concordia se dirige hacia su destino de encierro nocturno y las calles se van transformando en desiertos de asfalto. Las almas que poblaron el día de bullicio desaparecen, y los canillitas que reparten el vespertino “El Heraldo” van tratando de desprenderse de sus últimos ejemplares del día. “Es el último, don...”, me ruega un pibe de no más de 8 años, con frío y ganas de volver a casa con la plata que le dejó la venta del día. Y yo no compro diarios, y ni siquiera esa imagen desgarradora que se ve a diario en Concordia, logra que compre uno.
“No, disculpáme…”, me excuso en la esquina de Av. San Lorenzo e Hipólito Irigoyen, luego de caminar escasas 15 cuadras (de 50 metros cada una), y dirigirme hacia la estación Terminal, donde me espera el colectivo rumbo a Federación. No estoy apurado en absoluto, y esto no es la vertiginosa capital argentina, por lo que aprovecho y hago una breve recorrida por los distintos comercios que rodean la estación terminal. Entre maxiquioscos, parrillas y sandwicherías al paso; entre heladerías, una feria americana y locutorios varios, ingreso en tres de estos locales:

Local 1, Tienda de ropa “D’trabajo”: No, no es que se me haya prendido tardíamente a la moda de las bombachas de campo que, como se sabe, tuvieron su auge hace ya unos años; la onda “campo”, alpargatas de yute, bombacha pañuelo, ese pseudoesnobismo que ataca por épocas, incluso a la gente del interior. El caso es que en la vidriera exhibían, entre estos artículos mencionados y uno que otro mameluco, unas poleras muy lindas que me convencieron al ver la etiqueta: $12 de contado. Genial; me la llevo a Buenos Aires y, claro, cultivo el esnobismo porteño retro 70’s, con una polera de liquidación en un bolichón de Concordia, la que, por supuesto combino con un saco de feria americana. Entro muy decidido al local, la señora que me atiende me dice lo que necesito saber: “Son industria nacional, puro algodón”. Me encierro en el probador mientras suena Arjona por la radio local (si, lógico, debería sonar Virus, pero bue...), y veo con decepción unas montañitas de tela insoportable que se forman bajo el cuello y el por qué la polera sale 12 magos. “Buenas noches, ¿Como anda, Raquel?” escucho decir a una clienta y, antes de llamarla para preguntarle si tiene otro talle, pienso en los Auténticos Decadentes. Pero no hay caso: me excuso, le sonrío y me voy.

Local 2, Locutorio Telecom.: Pido cabina para llamar a Salto (ROU), y hablar con un artesano local de bombillas para mate (aclaro esto porque tal vez alguien pensó que hay un Edison uruguayo, pero no, el tipo hace las mejores bombillas que he visto en mi vida, y dan ganas de tomar mate en serio), pero suena varias veces y nadie atiende. Corto, mientras veo las pantallitas de los adolescentes encendidas con el MSN, chicas y chicos con su guardapolvo escolar escrito con la banda de moda, algún corazoncito, cosas así, cosas de chicos. Intento llamar nuevamente, pero otra vez nadie responde. Al borde de la indignación, me pregunto: “¡¿Pero qué estará haciendo este tipo?!, ¿tomando mate?”, y salgo del lugar ya hacia la terminal.

Local 3, Kiosco de diarios y revistas: De la gran cantidad de diarios y revistas que se distribuyen a nivel nacional, aquí se encuentran sólo las de chimentos: las ineludibles Caras y Gente, más alguna de “inferior” “calidad”, como Semanario o El Paparazzi. Las supermodelos de siempre, mostrando los superculos de siempre, Maradona, Susana o Tinelli. Nada nuevo. La novedad son, sí, (al menos para mi), las revistas regionales: como la “Panza Verde”, de humor político entrerriano. Tiene en su portada un chiste donde un personaje desde el inodoro en el que está sentado observa a un ejecutivo del FMI llevarse su rollo de papel higiénico, y el personaje dice “hiban...”, y me detengo unos 10-15 minutos para descubrir si el error ortográfico era parte o no del chiste. “No, lo que pasa es que esta así por el IVA, viste, ahí está el chiste...”, me dice el quiosquero, que peina sus cabellos azabaches con la raya bien al costado. “No entiendo un carajo”, casi le respondo, pero opto por una pregunta clásica:
- Cómo va Boca?
- 1 a 0 gana.
- Ahh... y quien hizo el gol?
- Ehhh...no sé.
- Gracias.
Media vuelta, y a preguntar si el coche de la empresa “Zenith” va a tardar aún más de los 10 minutos que ya viene demorado. Me confirman que sí, por lo que sigo dando vueltas, y me ofrecen panchos, gaseosas o “sánguches” de milanesa, instalados informalmente sobre la plataforma. Uno de los puestos tiene un nombre simpático: “El panchilito”. Descarto todo ofrecimiento con una sonrisa sincera, y me siento en un banco a escuchar el compilado de singles de Placebo hasta que llega el colectivo (o el "cole", como dicen por acá), y me siento en la primera butaca, para observar la panorámica luna y las estrellas que iluminan todo el recorrido de una hora exacta de viaje. ¿Que tengo una hora? Entonces me calzo el discman con Babasónicos y “Miami” (1999), cuya duración es de 58 minutos y 53 segundos. De Viernes 4 AM, hasta “Casualidad”. De Concordia a Federación. Escucho a Dargelos que canta “destino de velocidad...”, y me abrocho el cinturón hasta llegar a destino.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

JJ! muy feliz cumple, disculpe mi ausencia y pronto lo llamaré para almorzar alguna ensala por ahí. Bacci

Anónimo dijo...

J!! no pude caer a su fiestita en el pelotero! perdon! jisus.. queria ir,, ya le comentaré.

Just divague. Bien.
Y un día apareció: el tipo con el sound track de su vida mas extenso y diverso del planeta.

Mais um pra galera!.

JJ dijo...

Vanix, se extrañan las esala's contigo... Cuando gustes.

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Querido tocayo, ya charlaremos, tablero de ajedrez mediante!

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pd: joder! cumplí sólo un año mas, pueden seguir tuteándome! :)