lunes, agosto 15, 2005

Los padres gritones de Graciela

Al despertar, Carlos encendió el velador para sorprenderse con las agujas del reloj clavadas en las 5 AM. Era la hora acostumbrada para levantarse e ir a trabajar, pero sólo de lunes a viernes. Al voltearse su mujer hacia su lado de la cama, Carlos le sonrió y le corrió el pelo de la cara. Los ojos de Adela se entreabrieron. Luego Carlos inició un recorrido por su rostro que comenzó justo debajo del lóbulo de la oreja derecha. Adela tembló con los ojos cerrados. Carlos dirigió su mano hacia el velador, la misma con la que había acariciado a Adela, y apagó la luz. En la madrugada sus cuerpos se fundieron en un profundo abrazo hasta que ella tomó la iniciativa llevando su pierna derecha hasta rozar con la entrepierna de él. Luego Adela se colocó encima de su marido y no pudo evitar expresar su placer a los gritos. Gritos que acrecentaban la frecuencia. Gritos que llegaron a los oídos de la menor de sus hijas transformados en terror.
A la mañana siguiente compartieron el tradicional almuerzo familiar de los domingos, pero esta vez prácticamente en silencio.

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