domingo, agosto 07, 2005

¡Que vivan los novios!

Digamos que estas ahí, en esa fiesta MARAVILLOSA. Los recién casados ya entraron con la música de “Titanic”, y muy sonrientes los dos. Ya te bajaste un par de daiquiris, y le entraste a los canapés… y también saludaste a tus seres mas queridos de la familia de la novia (o sea, la hermana y la prima). Luego te dirigís hacia la mesa que te corresponde, y te toca una donde no conocés a nadie. Además, la gente que te tocó sólo habla de cultura griega, y a vos, que sos muy “del palo”, eso no te va.
Te pasás el tiempo mirando los mensajitos que te mandaron al celular, y a su vez mandas per-ma-nen-te-mente mensajitos a tu amigo más copado como para pasar el tiempo. A la media hora él te cuenta qué esta haciendo; tomando un Speed con vodka en el bar Million, donde vio una foto REBUENA de las coristas de Sergio Pángaro en una muestra que se esta haciendo ahí. Vos lo envidiás con el alma, y te sorprende en ese momento el primer plato: es la empanada más estética que jamás hayas visto en tu vida. El repulgue es perfecto, la masa es casera (pero no desprolija), y además tiene el brillo adecuado. La tomás con una servilleta como para no quemarte, pero la temperatura es la ideal. Sonreís y te encandilás ante tanta perfección y le zarpás un bocado feroz, llegando a tener el bocado la dimensión de la mitad de la empanada. El resto de tus compañeros de mesa (TODOS), fueron más pacientes que vos y mordieron apenas la puntita hasta medio milímetro del relleno de la empanada, que a vos te resultó la más picante del mundo. Tu boca es un incendio, y tenés la copa vacía. La jarra la tiene otro, que va llenando (muy) lentamente la copa de su pareja. Tampoco querés llamarlo teniendo la boca llena, pues sería de muy mala educación. Entonces, ves al cocacolero pasar, y le pedís una de litro y medio como si estuvieses en la Bombonera. El no entiende lo que tratás de decirle, pero ve tu boca entreabierta de empanada a medio masticar, y te deja la jarra entera. Te llenás la copa con toda la prisa posible, y resulta que la gaseosa está caliente, aunque no tan caliente como lo estás vos. A todo esto se apagan las luces y empieza el gran evento, el carnaval carioca. La novia, morocha, hermosa, simpática y una gran amiga (que no te pudiste levantar en su momento), te toma de la mano y te arrastra hacia el mismo centro de la pista con el incendio de la empanada en la garganta. Nomás que ahí mismo te agarran arcadas y devolvés todo en el vestido blanco. Todas las cámaras digitales presentes te enfocan con el zoom óptico de 9x, y retratan ese inolvidable momento. Al toque vienen los amigotes de rugby del novio y te hacen un scrawm que te vuela la flamante corona que se llevó todo tu aguinaldo. Pero el ardor te sigue acompañando. Y no se va. Y no se va. Como si estuviesen pasando la canción en exclusiva para vos, aunque levemente modificada: “Qué lindo/qué lindo/cuando el ARDOR está/No se quiere ir,/se quiere quedar”.
Finalmente un radio-taxi te deposita en tu casa, y reflexionás:
- Si yo me hubiese levantado a esta minita, nada de esto hubiera pasado.
Y… NO. MIRA QUE TE LO DIJE...! (tu almohada siempre te aconseja mejor que nadie).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Volvio! que alegria leerlo otra vez señorrrr. Y que experiencia la suya! de todas formas lo prefiero de invitado antes que de novio consorte. bacci